sábado, 27 de agosto de 2011

Por qué me gusta la fotografía...

Tómate unos segundos para ver BIEN esta foto...
Una de mis pasiones en la vida es la fotografía y siempre he pensado que las "pasiones" se desatan en momentos, lugares y contextos muy específicos. Algo nos llama tan profundamente la atención que se crea una conexión casi automática que va más allá de la simple atención momentánea sobre algo, que va más allá del simple gusto por algo, que realmente provoca en nosotros un "amor a primera vista", una especie de conmoción... Y justamente, algo parecido a una conmoción fue lo que sentí la primera vez que vi esta fotografía de Steven McCurry.
De hecho recuerdo perfectamente dónde y cuando fue que me encontré con esta foto. Fue en la casa de mi tío (tengo 1 solo tío) que estaba suscrito y coleccionaba la revista National Geographic. Era el año 1985, yo tenía 7 años y mientras hurgueteaba en su biblioteca me encuentro con esta foto en la portada de una de estas revistas de lomo amarillo...
Lo más interesante es que además recuerdo perfectamente que me quedé viendo por varios minutos esta foto y al cabo de un rato me empezó a doler el estómago. Uno a los 7 años no es muy certero en "leer" sus propias emociones pero probablemente esta foto me inspiró una mezcla de pena y angustia que lograron que incluso se me quitara el hambre! (eso es MUY raro en mí...).
Me acuerdo de haber hojeado lentamente la revista y ver más fotos del reportaje de McCurry, que se había adentrado en un campamento de refugiados Afganos que se encontraban en Pakistán luego de los bombardeos que sufrieron por parte de los soviéticos.
La niña de la portada es afgana, se llama Sharbat Gula, al momento de la foto tenía 12 años y había quedado recientemente huérfana ya que sus padres habían muerto durante el bombardeo a Afganistán. 
Por esta foto Steven McCurry fue galardonado con el premio de Mejor Fotógrafo del Año por la Asociación de Fotógrafos de Prensa (1984) y posteriormente en una entrevista comentaba: "Cuando me encontré con esta niña reconocí la magia en su mirada, repleta de miedo...".
Y eso fue justamente lo que me inspiró esta foto, miedo. Imagínense el miedo, la confusión y el desamparo que puede sentir una niña que ha tenido que arrancar de su país, sola, sin sus padres recién muertos en un bombardeo, en un mundo de grandes que no entiende, en un mundo de odio, segregación, violencia extrema y pobreza absoluta.
En otra ocasión y a propósito de esta misma foto, McCurry comentó: "La gente se olvida de la cámara fotográfica si sabes esperar, y entonces logras que su alma se muestre en la imagen...". Y vaya que es cierto...

El año pasado tuve la suerte de adentrarme en otro campamento, en otro contexto, sin guerra, sin matanzas y bombardeos pero con una pobreza y una sensación de desesperanza y miedo que quizás se parecía en algo a ese campamento de refugiados afganos.
Pero no eran afganos, eran chilenos y no estaban en Pakistán sino que estaban acá en Santiago, muy cerca de nosotros en un campamento de extrema pobreza en San Bernardo, en condiciones que realmente son difíciles de expresar en palabras. Escribí sobre esto anteriormente en un post que llamé: La pobreza extrema en 35 mm.
En eso estaba cuando apareció esta niña y me acordé inmediatamente de la biblioteca de mi tío llena de revistas de lomos amarillos, de esa foto de la niña afgana en la portada de National Geographic, del maestro Steve McCurry... y me acerqué lentamente a conversar con ella...
Era muy tímida y desconfiada, costaba bastante hacer contacto visual con ella y claramente no tenía ninguna intención de conversar conmigo... Así que me alejé y esperé un poco, tal como decía McCurry. Comencé a tomar fotos hacia otras partes del campamento, a otras personas, no quería que se sintiera intimidada por mí. 
Y entonces me quedó mirando fijamente, como preguntándose quién era yo o qué estaba haciendo en su campamento... y luego la expresión de curiosidad se transformó en otra cosa, en otra emoción, una que aún me cuesta identificar bien pero que quizás era una mezcla parecida a la foto de la niña afgana. Pena, miedo, desconsuelo, desesperanza, confusión...

La fotografía tiene esa magia, la posibilidad de capturar en parte, el alma de las personas, de inmortalizar un momento que nunca más va a volver, de generar una imagen que habla por sí misma, que transmite emoción, que genera recuerdos, que provoca, evoca, conmueve y desborda.
Difícilmente me voy a olvidar de esa tarde buceando en la biblioteca de mi tío, de esa portada de la National Geographic del 85' y de esa visita al campamento J. Ochagavía de San Bernardo donde me encontré con esta niña de polera roja y ojos tristes.
Por eso me gusta la fotografía...

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